Bioquímica y Genética: a 111 años del descubrimiento de los cromosomas sexuales
Las revoluciones en el conocimiento científico suelen reconocerse instantáneamente. Algunos descubrimientos, sin embargo, requieren del paso del tiempo para apreciar su tremendo impacto. En cualquier caso, la descripción y comprensión de los fenómenos biológicos más sencillos, o de menor relevancia aparente, ha conducido en general a la comprensión de sistemas complejos y al uso del conocimiento para beneficio de la humanidad.
Un ejemplo que hoy nos convoca es el descubrimiento de los cromosomas denominados sexuales y la herencia ligada al sexo. Un sinnúmero de situaciones en la biología han sido revolucionadas y se han beneficiado de aquel hallazgo inicial en el año 1905 referido al estudio de la herencia del sexo en un sistema biológico sencillo que podría parecer actualmente de escaso interés “aplicado” y encuadrarse, a veces peyorativamente, como “investigación básica”.
El estudio al que nos referimos fue el realizado por la bióloga estadounidense Nettie Stevens en la Universidad de Stanford, en California. Esta investigadora reconoció y describió las bases cromosómicas de la herencia del sexo junto al grupo de investigación dirigido por el destacado biólogo Thomas H. Morgan, quien introdujo en el laboratorio a la mosca Drosophila melanogaster como modelo biológico para estudios genéticos.
Si bien las bases cromosómicas de la herencia habían sido definidas por las leyes Mendelianas y por los estudios posteriores del joven estudiante de Tesis Walter Sutton, en el laboratorio del biólogo alemán Theodor Boveri cerca de los años 1900, éstas debían ser confirmadas a nivel experimental y dar respuesta además a los interrogantes de la época indicando que la herencia del sexo podría estar ligada a cromosomas morfológicamente distintos.
En el año 1903 Nettie Stevens comenzó su doctorado investigando problemas citológicos de la herencia y sus relaciones con la genética mendeliana. Así, luego de la observación morfológica de los cromosomas de embriones de gorgojos (Tenebrio molitor), en el año 1905 publicó los fabulosos resultados de su trabajo constatando que los cromosomas existen como estructuras de a pares en las células y comprobando que las hembras tienen veinte cromosomas “grandes” mientras que los machos tienen diecinueve “grandes” y uno “pequeño”. Nettie extendió sus estudios en Drosophila y decidió llamar a los cromosomas grandes “X” y al cromosoma pequeño que portan los machos “Y”, dejando sentadas las bases de la herencia del sexo determinado por un par cromosómico, donde las hembras poseen un par XX y los machos un par XY. Estos resultados indicaron que los espermatozoides que sean X darán lugar a hembras mientras que los Y a machos. Durante el siglo XX, otros investigadores reconocieron otras formas de herencia del sexo (WZ y otros) en aves, insectos, plantas y diversos organismos, extendiendo y enriqueciendo así los descubrimientos originales de Stevens.
Si bien estos hallazgos suelen atribuirse al biólogo E.B. Wilson, quien publicó resultados similares a los de Stevens en el mismo año, el mismo Wilson cita en sus publicaciones a Stevens como pionera en dicho descubrimiento. Así, los aportes de esta investigadora fueron claves para el avance de la genética, embriología y citogenética, así como la bioquímica, biología molecular, veterinaria, medicina, etc. Es por eso que un día como hoy, 111 años después, Google decide recordar este hallazgo y la excelencia en la labor de Nettie Stevens, fomentando y reconociendo el papel destacado de las mujeres en las ciencias.
Bioq. Constanza Cioffi y Prof. Dr. Alberto L. Rosa
Laboratorio de Genética y Biología Molecular
Facultad de Ciencias Químicas, UCC