Por: Daniel Medina Guzmán.
¿Alguna vez hemos intentado imaginar cómo serían las posibles formas de vida con las que podríamos encontrarnos en el espacio exterior? A lo largo de la historia humana, hemos logrado explorar gran parte de la naturaleza circundante y hemos podido descubrir infinidad de formas biológicas, desde las supuestamente menos complejas hasta las más evolucionadas. Todos los seres vivientes han ido siendo catalogados científicamente de acuerdo a su conocimiento anatómico, fisiológico, ecológico y hasta incluso evolutivo, y así, hasta el día de hoy, nos hemos seguido sorprendiendo de la alta variabilidad genética y biológica que estos poseen en nuestra Tierra. La pregunta que surge en este momento es: ¿Son los seres vivientes de nuestro planeta similares a las formas de vida que potencialmente podríamos encontrar en el espacio remoto o en otros mundos? La ciencia nos ha ido diciendo que en la naturaleza existe una relación directa e intrínseca entre las condiciones ambientales y la morfo-fisiología que un organismo posee. Si es que aplicamos este razonamiento a los demás espacios físicos que están fuera de nuestro mundo, u otros mundos, podríamos inferir que, si un planeta posee oxígeno en su atmósfera, éste podría contener formas de vida adaptadas al consumo de oxígeno para sus procesos biológicos, no solo de respiración sino de oxidación y otros más. Del mismo modo, si es que otro planeta lejano posee condiciones climáticas de calor, aridez y sequedad, es posible que las formas de vida que éste contenga vayan a estar diseñadas con adaptaciones que le permitan resistir altos niveles de calor, evitar la pérdida de agua y termoregular su temperatura. En todos los casos, nuestro conocimiento terrestre nos está llevando a pensar que las otras posibles formas de vida existentes en el universo podrían estar siendo regidas por las mismas leyes naturales que poseen las nuestras, sin que necesariamente signifique que tenga que ser así, ya que como bien decíamos al inicio de este artículo, aún seguimos sorprendiéndonos por las inimaginables formas de vida que descubrimos y que desafían la lógica evolutiva. Simultáneamente, esto también puede llevarnos a pensar que existe el gran desafío de intentar comprender que la búsqueda de vida extraterrestre requiere de concepciones mucho más amplias y diversas de lo que la naturaleza terrícola pueda brindarnos. La Creación ha demostrado ser infinita en muchos sentidos y hasta a veces incomprensible; incluso muchos entendidos plantean que hasta podrían existir seres que no únicamente estarían conformados de materia sólida contingente, sino también de materia energética no palpable y altamente compleja que contenga una esencia espiritual similar a la nuestra, que es justamente el factor espiritual que también se incluye intuitivamente en la ecuación de Drake. El componente espiritual, que es el que también rige nuestra humanidad, es un elemento que definitivamente no debemos descartar en la búsqueda de vida en otros posibles mundos: ¿Habrán además de otras formas de vida biológica, otras formas de vida espiritual en este vasto universo?
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