Por: Viviana Yaccuzzi Polisena.
Universidad Católica de Córdoba-UCC.
En un intento de dar respuesta a la pregunta planteada por el Dr. José Gabriel Funes SJ “¿Y Dios? ¿Dónde está? ¿Está en el centro -que no existe- de un universo en expansión?”[1]
En nuestra época, el hombre ha dividido los materiales de la fabulosa arquitectura, ha borrado toda noción de unidad en su laboratorio y ha olvidado en sus fórmulas que la creación es un templo donde se puede rastrear las huellas del Creador.
“La creación es un gran libro abierto donde escribió lo Suyo proferible tu Creador y el mío, según peso y medida. Y su lectura es la labor del hombre, llamado a ver la cara del Autor en el espejo de sus criaturas. Más el hombre se dijo cierta vez: “Pesemos y midamos este libro según la magnitud de cada letra, y el grosor del papel donde se ha escrito y las composiciones de su tinta”. Y a fuerza de medir y analizar las divididas páginas del texto, llegó el hombre a olvidar que formaban un Libro y que, por ser de un Libro, tenían su Escritor”.[2]
Es un ejercicio favorecedor retomar a los griegos y concebir una cosmología infinita desde las partículas hasta los cúmulos de galaxias; de lo infinitamente pequeño a lo infinitamente grande y abordar la historia del hombre desde el Big Bang, en una especie de Big History, en un intento de comprender de manera unificada, la historia del cosmos, la tierra, y la humanidad, desde el Big Bang hasta la actualidad;
Según Empédocles, filósofo y político griego (495 – 444 AC), el ciclo cósmico puede explicarse como una fluctuación infinita entre dos fuerzas; por un lado, el amor que todo lo gobierna sin oposición, manteniendo unidos los elementos en una mezcla perfecta llamada Sphairos; y por otro, lado la discordia que separa y divide los elementos. La oscilación entre las fuerzas ocurre de manera natural. Sphairos, la esfera como absoluta perfección y motor originario del cosmos, y el cosmos como libro donde está plasmado la idea del Creador.
También Platón, filósofo griego (427-347 AC), en su diálogo Timeo, hace referencia a la esfera uniforme en la cual todos los puntos de la superficie equidistan del centro; representando la divinidad de modo esferoide.
Observamos que la noción de esfera infinita con fuerza constante desde el centro y hacia cualquier dirección como una noosfera o esfera del pensamiento, repercute hasta nuestros días. El cosmos podría materializar fielmente el pensamiento de Dios, quien siendo una esfera sin fin cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna, nos daría la posibilidad de pensar a Dios en cada una y dentro de sus criaturas y que aun siendo éstas de cuerpo finito son capaces de pensar y hablar de Dios con el mismo pensamiento y lenguaje que hablan del mundo. Pero a la vez, criaturas que buscan el significado de la vida en el arte, la poesía, las matemáticas y en la filosofía. Tal vez nosotros, las criaturas humanas, somos la clave de la existencia al pensar y hablar de Dios.
[1] FUNES, J.G. (2019). Exoplanetas de Dios. Diario La Nación.
[2] MARECHAL, L. (2005). Largo día de cólera. Poema de la Física. Colihue. Buenos Aires, Pág. 165.
Interesante!
Muchas gracias Gabriela.