El Doble Nacimiento de la bioética
Como ha escrito W. T. Reich, existe una cierta discusión sobre la paternidad de la palabra Bioética. Después de un estudio pormenorizado, llega a la conclusión de que fue efectivamente Potter el que primero utilizó el nuevo término, pero que debe reconocerse también a André Hellegers, obstetra holandés que trabajaba en la Universidad de Georgetown, una forma de paternidad en la introducción del neologismo.
Unos seis meses después de la aparición del libro de Potter, Hellegers utiliza ese término para dar nombre al centro Joseph and Rose Kennedy Institute for the Study of Human Reproduction and Bioethics en la citada Universidad de Washington, D. C., que será el primer centro universitario dedicado a la Bioética existente en USA y que fue creado el 1 de julio de 1971. Reich afirma que se puede hablar de un bilocated birth, de un nacimiento en dos lugares, de la Bioética, en Madison, Wisconsin, y en el centro universitario de los jesuitas en Georgetown.
Ese doble lugar del nacimiento de la Bioética tiene su especial relevancia por el hecho de que, aunque debe reconocerse a Potter el origen del término, sin embargo dio a aquélla un contenido distinto del que le ha correspondido en su desarrollo ulterior. Para el cancerólogo de Madison, el término Bioética tenía un sentido ambiental y evolucionista: “Como una nueva disciplina que combina el conocimiento biológico con un conocimiento de los sistemas de valores humanos… Elegí bio para representar el conocimiento biológico, la ciencia de los sistemas vivos; y elegí -ethics para representar el conocimiento de los sistemas de valores humanos”. Potter aspiraba a crear una disciplina que fuese como un puente –término del título de su libro– entre dos culturas, la de las ciencias y la de las humanidades, que aparecían en su tiempo ampliamente distanciadas. Su preocupación era la supervivencia, tanto de la especie humana como de las culturas creadas por el hombre. Su objetivo era crear un medio ambiente óptimo en el que pudiera realizarse una óptima adaptación del ser humano al mismo ambiente. Por eso afirmaba que el objetivo último de la nueva disciplina era “no sólo enriquecer las vidas humanas sino prolongar la supervivencia de la especie humana en una forma aceptable de sociedad”.
Fue gran mérito de Potter escribir su libro en 1971 –antes, por tanto, de esos dos grandes tensiones, sobre la crisis medioambiental que fueron la conferencia Mundial sobre medioambiente, Estocolmo 1972, y el famoso informe Meadows de 1972 sobre “los límites del crecimiento”. La visión de la Bioética que imaginó Potter era antropocéntrica –centrada en la supervivencia humana– más que biocéntrica –en torno a la supervivencia de toda la biosfera. Éste es, según Reich, “el legado de Potter”.
Sin embargo, el ulterior y floreciente desarrollo de la Bioética iba a seguir los cauces que provienen del “legado de Hellegers”. El obstetra holandés entendió su papel como el de la partera que sacaba a luz la nueva disciplina, no tanto a través de grandes publicaciones, sino estimulando el diálogo mediante conversaciones y escritos. Entendió su misión también como un puente: “una persona puente entre la medicina y la filosofía y la ética”, suscitando el interés de los profesionales de la ética en los problemas biológicos. De esta forma creó el primer centro universitario dedicado a esta nueva disciplina. Este “legado de Hellegers” es el que se ha impuesto en los últimos 30 años viniendo a ser un revitalizado estudio de la ética médica.
Potter expresó su decepción por el curso que ha seguido la Bioética; reconoció la importancia de la línea impuesta desde Georgetown, pero afirmó que “mi propia visión de la Bioética exige una visión mucho más amplia”. Pretendía que la Bioética fuese una combinación de conocimiento científico y filosófico y no solamente una rama de la ética aplicada. De hecho, Potter prefiere utilizar después el término de ética global para referirse a la disciplina que calificó como Bioética en 1970-1971