Entrevista a Víctor Pelli

Por , 7 octubre, 2015 13:32

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La arquitectura como producción social

El próximo 14 de octubre la UCC distinguirá al arquitecto Víctor Saúl Pelli con el Doctorado Honoris Causa por su reconocimiento como referente en la producción académica y transferencia de conocimientos vinculados a la producción social del hábitat. En este marco, participará también de un intercambio abierto entre alumnos y docentes en nuestra Facultad de Arquitectura, en el que se expondrá sobre la formación universitaria frente a los nuevos desafíos urbanos y habitacionales.

Pelli se ha desempeñado como investigador principal del CONICET desde la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional del Nordeste. Ha ejercido la docencia de grado y posgrado en universidades del país y del extranjero y ha dirigido proyectos experimentales de soluciones habitacionales innovadoras. Es autor de números artículos de referencia sobre temáticas habitacionales y su producción ha sido premiada tanto por entidades nacionales como internacionales.

– ¿Por qué eligió la arquitectura como profesión y vocación? Aparte de su hermano, ¿hay más arquitectos en la familia?

– Bueno, son dos preguntas. Respondiendo a la primera, elegí arquitectura porque en Tucumán, en los años cuarenta, era la única carrera universitaria en la que enseñaban a crear: En arquitectura se aprende creando, desde el primer día. Todavía no tenía decidido un destino profesional concreto, pero sí me importaba que fuera una actividad creativa.  Después elegiría. Y después elegí, no sin darme algunas vueltas por otras actividades. Y con respecto a la segunda pregunta: sí, hay más arquitectos en la familia: Rafael, hijo de César Pelli; Margarita  y María Bernabela, dos de mis tres hijas.

– Sabemos que usted ha dedicado su carrera al desarrollo de la vivienda social. ¿Cuál sería la visión social de la arquitectura y su relación con la pobreza?

– En la situación de pobreza, como se da en la Argentina de la segunda mitad del siglo XX y este comienzo de siglo XXI, hay un fuerte componente de exclusión. El nivel de pobreza del que estamos hablando, en su mayor parte  no es la pobreza del obrero explotado, de la que mucho se ocupó la literatura socio-política europea, sino la pobreza del hombre sin trabajo alguno (a veces por varias generaciones) y librado a su suerte. Es más un excluido que un explotado. Esto no significa que no haya situaciones de explotación sobre los obreros, pero la situación de total exclusión es considerablemente mayor. La gente en estas condiciones carece totalmente de recursos para acceder, por sus propios medios, a la solución de sus necesidades en general y de las habitacionales en particular. Esto requiere estrategias especiales por parte de las instituciones. El planteo que yo cultivo se orienta al trabajo intersectorial y concertado. Esto es un trabajo en el que actúan en un nivel de paridad todos los sectores involucrados: habitantes con derecho a introducir sus criterios y sus intereses, técnicos de una gran diversidad de profesiones, municipio, Estado, etcétera, compartiendo todas las decisiones y responsabilidades del planteo, de la gestión y de la ejecución de un proceso.  El arquitecto allí no es el autor de la solución habitacional, si entendemos que la real solución de vivienda es algo mucho más complejo que el edificio o casa. Visto de esta manera, el arquitecto pone su oficio y las herramientas de su profesión al servicio de la elaboración de una solución conjunta y concertada entre todos esos actores.

– ¿Cuál es la relación entre arquitectura y sociedad? ¿Cómo se da hoy en Argentina y Latinoamérica?

– La arquitectura como profesión es una de las que hoy reconoce la sociedad occidental como parte de sus recursos humanos capacitados para resolver sus problemas y demandas, como abogados, médicos, ingenieros, etcétera. La arquitectura como producción social es obra construida que entra en diálogo con todo el mundo de valores intangibles que cultiva una determinada sociedad. En Argentina y en Latinoamérica la arquitectura se da de la misma manera que otros productos sociales: en fuerte tensión entre el esfuerzo de estar atento a las innovaciones producidas por la cultura de los países centrales, y al mismo tiempo responder a las demandas y solicitaciones propias de la situación histórica, social y económica de nuestras sociedades latinoamericanas, que requieren el esfuerzo de generar modelos propios. Cada arquitecto tiene una ubicación en relación a esa tensión.

– Sabemos que la mejora del hábitat contribuye al desarrollo humano, ¿qué significa para usted una mejora del hábitat?

– Lo de mejora está muy ligado a una escala de valores y de prioridades, lo que hace que desde un punto de vista, cultivado por un sector de la sociedad, una obra sea una mejora, y que desde otro punto de vista, la misma obra sea un retroceso o un daño. Siempre, cualquier cambio en la conformación del hábitat da origen a  una latente o manifiesta puja político-social.

– Aparte de ejercer su profesión, usted es docente. ¿Cómo ve la enseñanza de la arquitectura en nuestro país?

– Hay muchas carreras de arquitectura en Argentina. Pero uno pensaría que puede considerarse que la enseñanza es, en general, buena, a la vista de la calidad de las obras producidas por arquitectos de todo el país.

– ¿Existe un enfoque específico o una especialidad que apunte a la importancia social de la arquitectura?

– Toda la arquitectura tiene importancia social. Es un componente del intercambio y de la elaboración colectiva. A veces tiene importancia como logro y como avance; otras veces tiene importancia como error y como obstáculo para el avance, o como un directo retroceso; esto también es importante.

– ¿Qué significa para usted la entrega del Doctorado Honoris Causa que recibirá por parte de la UCC?

– Un generoso testimonio del valor que la institución asigna a mi trayectoria laboral y académica. Y esto representa un refuerzo y un aval para la labor que he venido desarrollando.  Y también es, directamente, una gran satisfacción.

 

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